Cierras los ojos para que deje de hacer daño. Cierras los ojos para ver un mundo diferente al que se erige frente a ti.
Cierras los ojos y las voces se convierten en ecos, el olor en aroma viejo, el paisaje se desdibuja y el sabor se traga. Amargo.
Y duele.
Pero abres el libro de la ilusión. Escuchas el mar en calma, olas débiles que rompen en la orilla acariciando la arena; hueles las rosas frescas del jardín al alba, pétalos empapados en el silencio del rocío; ves las montañas nevadas y juegas con la nieve; bailas con la arena; y bebes un sabor dulce.
Y el dolor se diluye en el desagüe. La inquietud se contiene y el miedo se encoge.
Y lo escondes.
Y lo olvidas.
Y sonríes mientras reproduces la fábula que sostiene tu cabeza. Bálsamo para cobardes, recreo para valientes, burdo acicate para ánimas humanas.
Y dejas de mirar de frente objetivo, esquivas, apartas y ocultas la naturaleza a tus sentidos.
Solo entonces reemprendes el pasaje pisando firme sobre el asfalto bravo, pero ciego a la existencia real, mientras levitas plácido sobre una pretendida quimera.
Cierra los ojos.