Humo

Por esta ventana entra demasiada claridad pero para mi este sol no calienta, se agazapa entre nubes densas muy oscuras. Preferiría la noche. Las farolas de esta calle son tan tenues que no serían capaces de alumbrar ni enfocar la suciedad que impregna este aire, la nube de polvo que cubre mi cuerpo, el velo lloroso que envuelve mi rostro.

Siento los brazos caídos, las piernas anquilosadas, los pies como dos losas que arrastro como un vagabundo sin luz por el pasillo. Tengo el corazón encogido, la espalda contraída, la cabeza mira al suelo y mi alma perseguida por monstruos se consume, se agota. Mi voz no tiene fuerza y el ruido de mi cabeza ha cesado, solo anhela descansar.

Dicen que es descortés, desagradecido, pero este es el desdén que impregna este cuarto y en el que flota mi sombra. Sí, mi sombra, porque ya no hay figura real, solo el espejismo de algo que estuvo vivo en un tiempo y un lugar indeterminados, solo un fantasma errante que vaga sin rumbo.

Ya no me acoge el buen recuerdo, ni me abraza el buen sentir pasado. El porvenir es un oasis que fácilmente se reconoce falso.  No veo cruces, ni desvíos, solo una calle y una única dirección que otros atisbarían tenebrosa pero que yo contemplo y ansío como una nube de algodón donde solo reina la paz.

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