Hoy es uno de esos días, uno de esos días en que el sol aprieta ahí fuera y aquí dentro el mercurio se desinfla. Uno de esos días en que las saetas del reloj procastinan el paso de la procesión. Hoy es uno de esos días en que puedes escuchar a notables decibelios el goteo de un grifo mal cerrado porque sientes tu vida pasar con la misma presteza que marca el polvo de un chopo desfilando por mi ventana de primavera.
Hoy es uno de esos días de los que no esperas nada, de esos en que la hoja del dietario no va a pasarse. Tampoco va a moverse el marcapáginas del libro. Tampoco vas a llorar ni a reír. No va a ver tormenta ni va a correr el viento. Hoy es uno de esos días que sólo vas a ver pasar y sólo vas a estar.
El cenicero te aguarda un cigarrillo consumiéndose a sí mismo porque ni siquiera te apetece fumarlo. La cocina espera a ser encendida pero no te apetece comer. Las sábanas te esperan con solapa abierta y ambición de sueños pero no te apetece dormir y aún menos crear utopías.
El descanso no es una opción aún mostrándote como piedra inerte que no es capaz de radiar ni frío ni calor. La masa de tu cuerpo pesa más de lo habitual. Tus movimientos son lentos, tus pasos son lentos, tus pensamientos son lentos. ¡Joder! Tus pensamientos sólo son tan lentos para poder demostrarte a ti misma que la máxima precariedad de tu ser es que estás jodidamente cuerda y que eres capaz de sentirte el cabello rozando la piel.
Eres capaz de analizar el vuelo de un ave, su graznido y la vuelta al nido del árbol que se asienta frente a tu ventana. Pero de pronto piensas en volver a despertarte mañana. Ese momento en el que caes de sueño y por fin puedes dormir es un deseo pero, ¿despertarse? Por qué y para qué. ¿Qué te mueve, qué te inercia?
La nada.
No siento, no padezco. Puedes gritarme, zarandearme, golpearme… No siento nada. Ni espero nada. Esto es de lo que te hablo.
No tengo expectativas ni aún las espero. Mi ilusión ahora mismo es la fotografía del horizonte del Cantábrico. ¿Qué hay? Nada. Ojalá La Tierra fuera plana y pudiese atisbar algo porque no se ve NADA.
Y esta mañana el perro me aguarda pero no me espera porque sabe que hoy no hay NADA.
Querría darte la bienvenida como bien mereces, que cada vez eres más popular, pero hoy es uno de esos días en que no tengo ganas de NADA.
Bienvenida depresión, no te esperaba ni tan pronto ni tan tarde. No te equivoques. Si te saludo solo es porque tengo educación e incluso hoy te invité a café. Pero no quiero que te quedes a dormir. No voy a alojarte en mi casa.
Solo espero que me des las gracias por regalarte la redacción de tu propia biografía.