Qué voy a contarte a ti que no sepas

Hoy es un día dejado. Sombrío en luz, plomizo en color e infortunado en tiempo. Hoy el reloj pretende marcar segundos sin tono, minutos sin apremio y horas desapacibles. El minutero atisba desde dentro, hacia fuera y con una previsión mórfica y demasiado fea y precisa, un escenario distópico del que no puede desprenderse mi sentir. Un sentir que se torna cada vez más vago, más inútil e ineficaz en el mostrar que aún quiero. 

Hoy no atisbo en el cielo de la playa cometa alguna por lance al vuelo. Todo es un desproveer de alas, un enredar de cuerdas y un enjaulamiento voluntario en la pajarera de una habitación sombría.

Esto me sucedió hoy porque quizá anoche corrí tras el telón de mis vergüenzas por pensarte, por pensaros, por pensarme. Quién sabe. 

Qué voy a contarte a ti que no sepas. 

Que nunca me gustó el ajo crudo. Tampoco frito. Ni su forma al ojo, ni su textura al gusto del paladar, ni su brusquedad al entrar en el estómago. A mí me suelen embriagar sabores amables, más empáticos en una boca e hígado heridos, más frescos y perdurables en el tiempo. 

Y qué voy a contarte a ti que no sepas. 

Que quizá por eso ayer me mantuve más abierta a la cata de un ocaso dulce contigo al modo de una tarta de chocolate de cumpleaños para niños. Eso es lo que quería regalarte.

Y qué voy a contarte a ti que no sepas. 

Que la distancia, aún cuando es elegida, se torna a veces amarga cuando la vida se presta con un sabor a azufre difícil de tragar y que se os echa de menos aún en un retiro optado y ajeno.

Y qué voy a contarte a ti que no sepas. 

Que últimamente no suelo echar sal a las comidas. Que el almuerzo lo preparo soso e irrelevante al gusto porque intento no quemarme.

Que el aperitivo me enciende el ácido, el primer plato servido me seduce, el segundo me compensa, el postre me embriaga y la sobremesa suele conducirme sin reparo voluntario a un retiro saciado y temeroso. 

Y qué voy a contarte a ti que no sepas. 

Que, sin embargo, hay veces que un amor pasajero, en cualquiera de sus formas, me sala y endulza sin pretensión a petición de una boca que no reivindica salero en mano.

Qué voy a contarte a ti que no sepas. 

Que el placebo de la sacarina que me echó en el café a diario veces no es suficiente.

Y qué voy a contarte a ti que no sepas. 

Que los días pasados me supieron demasiado agrios a solas y que la falta de sal y limón para tragar el tequila, me hicieron echaros de menos. 

Que mostrarse rehén de una desdicha es mostrarse esclava y prisionera de un querer a la espera.

Pero qué voy a contarte a ti que no sepas.

Que son algunas de vuestras esposas saladas y envueltas en azúcar las que a veces me atan a esta tierra inhóspita que a veces me habita en el más allá para atraerme al más acá. 

Que ayer al amanecer, emprendí el tiempo con ansia y el lugar con inquietud. Que me desplegué y estuve algo mejor durante tan solo un rato. 

Que no hay duda. Que mis alas se despliegan cuando me encuentro con vos y aún con algún otro fraile que, a sabiendas y por voluntad propia, se encuentra ininterrumpidamente entre las charlas de sendas guerreras, a veces en el más acá, otras en el más allá.

Que ayer por la mañana primero me sentí solícita por logros propios acometidos; después complaciente por ver colmado con ventura el primer aniversario de un padre y aún mejor hermano de vida; después, dichosa y expectante por creer que al día siguiente quizá podría regalarle a mi mejor compañera de avatares una espléndida sonrisa compartiendo el atardecer juntas por su cumplevida.

Qué voy a contarte a ti que no sepas. 

Cuando me dices “no importa aún cómo te muestres ante cualquier adversidad” y que “me vale y sobra el silencio con tan sólo tu estar.”

Qué voy a contarte a ti que no sepas. 

Que me desabrochas el alma a escondidas y a sabiendas de tu entender. 

Qué voy a contarte a ti que no sepas. 

 Si hemos cumplido ya tres décadas desde nuestro primer parecer. 

Qué voy a contarte a ti que no sepas.

Que el atardecer hoy sigue siendo para ti una aventura terrenal mágica y para mí se traduce en un ocaso celiaco y utópico.

Qué voy a contarte a ti que no sepas.

Que a veces sólo sé ser pero no estar.

Qué voy a contarte a ti que no sepas.

Que a veces, cariño, el sol brilla tan intenso y gozoso para convencer al mundo de su esplendor, que te relajas, acomodas y despliegas las alas como caracol que extiende sus antenas ante el fulgor.

Qué voy a contarte a ti que no sepas.

Que de repente llegan cuatro nubes provocadoras por su mal vestir, esas que empiezan a incomodarte cuando yaces en una toalla tostada al sol. 

Qué voy a contarte a ti que no sepas.

Que sabes que tú y yo nos resistimos y nos aventuramos al último baño de la tarde en las aguas frías del Cantábrico esperando, cuál ingenuas optimistas, a ese último rayo de sol que nos seque antes de volver a casa. 

Qué voy a contarte a ti que no sepas.

Que ese último rayo de sol que a ti te toca, a veces a mí apenas me roza y mi atuendo termina por aterrizar en casa mojado.

Qué voy a contarte a ti que no sepas.

Que ayer en la tarde se me aparecieron tres nubes horteras, el día se me ensombreció y tuve que empezar a pensar en el ticket regalo de la sonrisa que quería regalarte por el día de tu cumpleaños. 

Qué voy a contarte a ti que no sepas. 

Que se me fue la imaginación. No por anchura si no por estrechez. Anoche te pensé ampliamente pero no sé me ocurrió nada. 

Nada. Qué voy a contarte a ti que no sepas. 

Nada a la a altura de tu empatía, tu generosidad y tu saber estar. Tu saber esperar, tu saber acompañarme en silencio. Mi saber que estás siempre ahí. Agazapada a veces tras los arbustos de mi ventana esperándome. 

Añoro entonces tu inteligencia: “yo ya sé cuán guapa y fea puedes llegar a ser”.

Y me viene de pronto la arquitectura del románico, el gótico, hasta el irlandés. Suelo escucharte con atención. Aunque no lo creas.

Me faltan vidas para alcanzar tu avatar. El tuyo y el de otro hermano de vida. Creo haber perdido casi una década sujetándome con un arnés que me aprisiona tanto para parecer que se me olvidó estar y ser. 

Qué voy a contarte a ti que no sepas. 

Que entonces viajo hacia el fulgor de dos jóvenes locas a los pies de la costa de Denia, hasta el abrigo de un abrazo frente a un viejo árbol en la Casa de Campo de Madrid, hasta una tarde nublada pero risueña del Cantábrico. 

Qué voy a contarte a ti que no sepas. 

Que te pienso así, todo a la vez. Futuro, pasado y un presente a veces muerto.

Qué voy a contarte a ti que no sepas. Pues quizá esto no lo sabes.

Que a veces nos sueño sentadas sobre el malecón de La Habana en mitad de un ocaso, embriagadas de sol y calor. La fotografía cerebral que hoy, sin embargo, hoy se me desvanece poco a poco en la retina al tornarse de pronto utópica. 

Qué voy a contarte a ti que no sepas.

A veces algunas cosas, cariño.

Que me enseñaste a decir ‘cariño’ cuando hablas con las personas a las que quieres. Que me enseñaste a tener amabilidad, cordura y paciencia en medio del lenguaje de los animales de la selva. Que me enseñaste…

Qué voy a contarte a ti que no sepas.

Que me enseñaste a amar las cicatrices, físicas y morales. Pero no solo las propias, las tuyas, las mías y las de los demás.

Qué voy a contarte a ti que no sepas, pero no sabes.

 Que me enseñaste a ser y no parecer. 

Que te admiro por tu inteligencia, tu ética y tu coraje. 

Qué voy a contarte a ti que no sepas, pero no sabes.

Que después de mil años persiguiendo el mismo sueño he seguido pensándote cuando el espacio y el tiempo nos han faltado. 

Qué voy a contarte a ti que no sepas.

Que uno me enseñó a abrazar y otra a decir ‘te quiero’. 

Qué voy a contarte a ti que no sepas.

Que tus amigos son los míos y los míos los tuyos y eso nos engrandece.

Qué voy a contarte a ti que no sepas.

Que hoy no tengo nada que darte. Nada que regalarte. 

Que las nubes se han instalado aquí, arriba de mi tejado, para quedarse, intuyo, un rato.

Qué voy a contarte a ti que no sepas.

Que me aterra explicárselo a otros y un silencio contigo a solas me vale para decirte sin hablar que esto es una mierda. 

Qué voy a contarte a ti que no sepas.

Pues que no solo me esbozas a veces la sonrisa en medio del caos. A veces me haces reír a carcajadas al contagiarme tu entusiasmo. 

Que me grabaría tu risa al levantarme cada mañana. O la mía estando contigo.

Pero qué voy a contarte a ti que no sepas.

Que necesito pedirte perdón, por ser y no estar.

Que termino esta redacción esbozando una sonrisa.

Que, sin saberlo, has vuelto tú a hacerme un regalo. 

El de pensarte y el de inspirar a alguien para escribir cuatro renglones cuando no sabe hacer otra cosa.

Gracias por ser, 

y estar siempre

Feliz cumpleaños, 

hoy no he encontrado otra forma de abrazarte

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s