Proyecto de novela: Los ecos de Luna

Acababa de despertar. Yacía en una cama bajo unas sábanas blancas limpias y planchadas, perfectamente colocadas. Yo, embalada como en un cajón de algodón acartonado. Recta, derecha, con las piernas y los brazos tiesos, dispuesta como en un ataúd. Pero estaba en calma. ¡Joder! Me envolvía una paradójica y seductiva alucinación de paz, que hacía tiempo no me amparaba. No sentía dolor alguno, ni angustia, ni siquiera tristeza.