La izquierda quiere pañales para todos, no Premios Nobel en Literatura

¡Ya está bien! 

Eso es lo que pensamos una gran mayoría. El clima político en la calle se respira mucho más amable, cordial y empático pero uno se mete en Twitter y, tras 15 minutos de lectura, uno se cabrea, se resigna y de pronto se ve registrándose en Tripadvisor y reservando un viaje para el 23 de julio. Lamentablemente, hay mucha gente que no puede irse de vacaciones porque no llega a fin de mes.

Y ya no hago autocrítica, hago crítica desde afuera porque la cantidad de políticos, periodistas y votantes de izquierda hinchados en egos, debates internos fuera de lugar y tiempo en la realidad que nos acaece, protocolos de lealtad y traición y, lo peor, insultos, nos degasta y hace perder a todos. 

En serio que a los debates ideológicos individualistas y extremos ya se llegará -yo también tengo mis problemas- pero la urgencia ahora es otra porque el ciudadano de a pie está a otra. Hay pilares fundamentales que nos unen y no sólo en contra de la derecha si no a favor de la izquierda. Este deber ser el matiz. 

A la gente que trabajando 40 horas a la semana no le da para pagar un alquiler, llenar la nevera, poner la calefacción, meterse en un seguro privado porque la sanidad pública no le atiende en tiempo ni forma, no consigue plaza para la guardería pública, no puede conciliar o, peor, ni puede llegar a pensar en tener hijos…

Se la suda el “ella, ello y elles” porque ni tiempo tiene de pensar. Y no por eso deja de ser más feminista o menos, ni deja de estar a favor de los derechos fundamentales, sin discriminación alguna de cualquier identidad de género. Las etiquetas ya se pondrán después o no.

Lo importante ahora es defender lo básico, en cuanto a que lo básico hoy no está cubierto. Esa es la realidad a la que asistimos y peor la que nos espera, vaticino, si no somos capaces de entenderlo. 

¡Joder! Que hasta la propia izquierda está haciendo una caricatura tan ridícula como dantesca de sí misma. Que hasta los cómicos más “rojos” se están cebando más con nosotros que con la derecha porque ese diálogo tan profundo, sensible y pedante se convierte en carne de meme cuando no toca divagar y llevar a la extenuación gilipolleces.

Que es más lo que une que lo que separa. Que en un par de semanas en algunas comunidades alcanzaremos más de 40 grados y no tendremos cómo pagar el aire acondicionado y nos encontramos ante gente que niega el cambio climático en tu puta cara ríendose desde su coche y casa climatizados. 

Que en plena resaca electoral anodina como una gilipollas empecé a escribir un artículo sesudo sobre el porqué de esos resultados electorales analizando al votante de derechas y el poder de los medios, y luego lo tuve que borrar, porque leyendo en Twitter me di cuenta de que el problema es otro y ya no encontraba forma de digerir, entender ni escribir ensayo. 

Los discursos presumidos y demasiado pretenciosos por época y tiempo se desintegran solos antes de leerlos. Vete al grano y déjate de gilipolleces. Que mis hermanos, mayores que yo, el otro día ni me leyeron porque se la suda este discurso mayestático porque curran, se lo ganan y, aún siendo alguno de izquierdas sin saberlo, no se siente representado y le acaba dando por igual el resto, cuando no es así. 

Que la mayoría de la gente se siente ajena al consumo de información política por escaso tiempo o desafección. Lo único que les importa es algo mucho más banal pero básico y votan en consecuencia por ellos y por y/o para los suyos por un instinto de supervivencia o bienestar, dependiendo de su renta, intrínsecos sin decorados. 

Que me voy a Madrid, y no quiero ser centrista pero es donde vivo, y cada vez me resulta una ciudad más intolerable. Este escenario tan grandilocuente en oportunidades laborales y oferta cultural solo se esparce y cuece entre la gente que porta la American Express. Para los demás supone trabajo, sí, pero con una hora de ida y vuelta en metro atestado, si lo tienes y como mínimo, porque el centro se ha convertido en un parque de atracciones turístico sin vivienda asequible. 

Yo es que soy de provincias. En mi ciudad natal, no hay trabajo de periodista pero siendo dependienta de una tienda de ropa podría costearme en ella un piso de dos habitaciones a una cuesta del mar y la playa. Lo siento, aquí en la capital no me llega para ver El Rey León si no vivo en casa de mis padres. 

Y al final es que acabas prefiriendo un baño en el Cantábrico y vivir tranquila, antes que matarte a trabajar por tu puto ego profesional.

Ganas más, pagas más, vives menos y encima te han creado un sinfín de necesidades banales que no eres capaz de cubrir pero que crees imprescindibles para poder vivir abierto en sociedad. Este es el modelo de vida. Y yo soy la primera que lo he comprado.

Pero ¡joder! es que te dan ganas de irte a Grazalema a vivir como hippie. Eso es lo que estáis causando en el ciudadano de a pie. 

No seré yo quien apueste por hacer basar la comunicación política en mentiras, sensacionalismo, miedo o maceta en balcón. No se debe, a mi juicio, por honestidad presente y futura, caer en eso, pero tampoco en mensajes que ni calan ni entienden nadie que no se dedique a la política.

A veces la mayor generalidad supera la mayor particularidad de las cosas. Y ya me paso de frenada porque quería transmitir una reflexión directa, comprensible y racional.

Que los sueños, sueños son y a la izquierda este seducir utópico nos conduce a la debacle por hartazgo, cabreo, resignación y acabamos por quedarnos en el sofá con un sinfín de discursos llorones y quejicos pero sin ejercer el voto.

No convergen tiempo, ilusión, ni ganas. Estamos cansados. Lo siento, soy muy infantil, pero es que la gente quiere pañales para todos, no premios Nobel en Literatura en los que me incluyo en culpa por turra. 

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