No sé a vosotros pero a mí esta jornada de reflexión me está resultando una broma macabra, un sketch operístico de humor negro a lo Bohemian Rhapsody, un oxímoron a sabiendas, un despido laboral procedente por incompetencia propia y ajena.
Y nunca me había pasado esto ni sé si es compartido.
Siempre me ha interesado la política, por derecho, responsabilidad y, lo más importante, ilusión democrática por participar en el sistema en busca y a favor de construir un municipio, una comunidad o un país mejores.
Esta última quimera puede resultar infantil pero este instinto más utópico y artificial es, a la vez, el más agudo, enérgico, resiliente y responsable para contigo y para con tu entorno.
Es la mayor inercia para prescindirte de la gravedad que consigue atraparte en el sofá del conformismo, la desafección y el individualismo. Es lo que te hace echar ese sobre en última instancia.
Desde que alcancé la mayoría de edad, jamás dudé en procastinar o abstenerme de mi derecho al voto. Solo en una ocasión no acudí a mi cita con las urnas por estar enferma y, confieso, me arrepentí después.
Jamás fui fanática, monopartidista ni dejé de leer un programa por ideología previa etiquetada hacia mi propia persona. Y, desde luego, hubo tiempos en los que las opciones eran más que escasas.
Sin embargo, con más entusiasmo o menos, conseguía siempre encauzar mi criterio hacia mis valores e intereses propios y mancomunales.
No sé si es por mi propio estado vital, más escéptico y pesimista por circunstancias, o este escenario real y costumbrista en anacronismo al que accedo, que me emerjan tantas dudas.
No soy de votar al «menos malo», nunca me ha pasado eso. Todos sabemos qué no votar por discrepancias irreconciliables por tu modo de entender y querer arreglar el mundo. Y también somos conscientes de que jamás vas a encontrar a un candidato o partido con el que comulgues al cien por cien. Esto es muy improbable.
No obstante, siempre había algo que me ilusionaba, me calaba más, me transmitía y colmaba en parte, aún sabiendo que ni el artículo para el periodista ni la canción para el músico van a estar nunca concluidos. Tienes que dejarlo ya, no puedes repensar eternamente sin tomar una decisión. Escoge la versión que más te guste porque podrías estar haciendo correcciones o arreglos de forma infinita.
Estas son las versiones y alternativas. ¡Vualá! Deja ya de jugar y enseña tus cartas.
No soy idiota. La vocación del activista político cercano a tus intereses muere cuando llega al poder. Y esto es un epíteto porque lo contrario es imposible. Es difícil, tienes que transigir para insistir en tu propuesta. Comprar para vender. Y suma y sigue.
Abandonar tus buenos ademanes para presentarte como el payaso del Congreso, solo por conseguir el minuto de oro de los informativos televisivos. Si no gritas o no pronuncias un discurso provocador, tus declaraciones no las verá nadie por muchas propuestas que aportes.
Todo por la audiencia casposa de la tele y el clickbait carroñero. Todo se traduce en desinformación de consumo inmediato pero consentido por sus usuarios.
En campaña electoral, en realidad se encuentra el equilibro. Pero ¿entre qué? Entre los políticos y los medios. Medios al servicio de determinadas ideologías y políticos al servicio de sus transmisores.
Solo queda un perjudicado en esta lucha de poderes fácticos.
El ciudadano desinformado.
Y hay más. Y todo esto lo lleva intrínseco: las luchas externas entre partidos políticos, internas entre compañeros de ideología, sobrexpuestas entre los medios de comunicación con el ‘y tú más’.
¿Y de qué estábamos hablando?
De votar un programa electoral.
¿Convencemos a quien vota propuestas, a quien se sienta en su statu quo ideológico o al joven que ve Tik Tok y se cree las falacias y agresiones que denuncian cada partido en contraposición al otro, por inexperiencia histórica?
Soy millennial por poco, con lo que no soy de streamers, pero esta campaña me ha parecido una burda campaña de streamers.
Encuentro demasiados egos, luchas de poder, anacronismos, falacias…
No todo cabe para algunos. Imagino que esto depende del público masivo que te mire pero para aquella gente minoritaria que desea ser responsable para con su voto resulta un insulto a la inteligencia.
Por favor, que llegue pronto el lunes para abandonar este circo mediático y empezar a trabajar.
Algunos no deseamos complacencia ideológica, si no servicio público.